Antonio González Montes
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
agonzalm@correo.ulima.edu.pe
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En este año
del 2009, las letras peruanas recuerdan con unción, afecto y
reconocimiento, los 40 años de la desaparición física del gran escritor
nacional José María Arguedas (1911-1969) y los 80 años del nacimiento
de otra figura central de la literatura peruana: Julio Ramón Ribeyro
(1929-1994). Reconforta comprobar que ambos creadores están vigentes y
que sus obras se leen y analizan no solo en el Perú sino en el ámbito
internacional, tanto en la lengua española como en otros importantes
idiomas.
Por otro
lado, la presencia y la trascendencia de ambos autores, uno de ellos
nacido en la Sierra del país (Arguedas nació en la ciudad de
Andahuaylas, que pertenece al Departamento de Ayacucho) y el otro, en
la Costa central (Ribeyro vio la luz en Lima, la ciudad capital del
Perú), demuestra que más allá de su procedencia geográfica, ambos
lograron plasmar una visión diversa pero integradora y verosímil de la
heterogénea realidad peruana a través de las notables narraciones
(cuentos y novelas) que dieron a conocer a lo largo de las décadas del
agitado y conflictivo siglo XX.
Arguedas
pertenecía a lo que el escritor (novelista y crítico) Miguel Gutiérrez
denomina la "semi-generación del 32", mientras que Ribeyro formó parte
de la generación del 50, ambas del siglo pasado2. Ambos
practicaron no solo el género narrativo, también incursionaron en el
campo del ensayo literario y en el caso de Arguedas por ser bilingüe
quechua–español llegó a escribir una poesía de alta calidad en la
lengua nativa más importante del Perú. Lo que queremos recordar en las
siguientes páginas es que Ribeyro tenía en muy alta estima la
producción literaria de Arguedas y que en particular le interesaba el
proyecto novelístico que este logró desarrollar mediante los libros que
publicó entre 1941 y 1964. Por ello en su libro ensayístico y de
crítica literaria, La caza sutil3 incluyó dos
artículos en los que demuestra haber leído con exhaustividad y agudeza
las novelas con las que Arguedas renovó y enriqueció la novelística
peruana del siglo XX. Los dos trabajos permiten constatar que la
lectura de Ribeyro coincide en gran parte con lo que la crítica
literaria ha establecido en relación con la obra creativa del autor de Los ríos profundos
(1958). Por ello, nos hemos permitido glosar los dos textos críticos
del escritor limeño acerca de su connacional andahuaylino, como una
manera de propiciar una relectura de ambos en el año en que se cumplen
tan importantes aniversarios ligados a la vida y a la obra de estos dos
grandes peruanos del siglo XX.
Los ríos profundos4
Hay que
destacar la cercanía temporal de este artículo con respecto a la fecha
de aparición de la novela de Arguedas. En efecto, el texto de Ribeyro
aparece al año siguiente de la publicación de la obra, y aun en 1959,
el articulista se revela como un conocedor y admirador de las
creaciones narrativas de su colega andahuaylino, porque manifiesta
haber leído sus obras ya publicadas y confiesa que esperaba con zozobra
la aparición de la novela ya anunciada, pues "para un escritor, en
efecto, el tránsito del cuento a la novela es una operación delicada,
llena de riesgos, por cuanto lo que en apariencia solo consiste en
modificar la extensión del relato implica, en el fondo, un cambio
sustancial de su estructura".5
Haciendo un
balance de los logros y puntos débiles de la novela, Ribeyro llega a la
conclusión de que "esta obra es una de las más valiosas creaciones de
la novelística peruana", y esta afirmación ha sido confirmada por la
crítica posterior pues varios estudiosos han destacado la calidad
artística y la trascendencia de la realidad ficcional plasmada en la
obra. Entre ellos habría que citar a Antonio Cornejo Polar, Ángel Rama,
Julio Ortega, Alberto Escobar, Ricardo González Vigil, James Higgins,
Carlos Huamán López. El propio Mario Vargas Llosa en más de una
oportunidad ha confesado su admiración por el autor sureño y en especial
por la novela publicada en 1958.
El aporte de
Ribeyro consiste en destacar aquellos elementos del mundo novelístico
que a él como lector y escritor lo impactan en tanto le permiten
apreciar lo peculiar del arte narrativo de Arguedas. Así, Julio Ramón
se admira, en primer lugar, de la cantidad de objetos y seres descritos
que pueblan las páginas de la obra y señala que eso distingue al autor
sureño de los escritores cien por cierto urbanos pues estos no son
capaces de percibir y de otorgar matices y detalles a una infinidad de
objetos de la naturaleza que para Arguedas, en cambio, son altamente
significativos. Y en efecto, en una novela los objetos mencionados son
importantes, sean estos naturales y culturales, pues son parte del mundo
verbal y muchas veces asumen una significación crucial en el
desarrollo de la narración. Y esto puede verse también en los propios
cuentos de Ribeyro, en los que objetos diversos (un libro, un lapicero,
una insignia, una botella, etc. también asumen un valor notable).6
En relación
con esta importancia especial concedida por Arguedas a los objetos
naturales, Ribeyro manifiesta su entusiasmo por "la concepción animista
que tiene de la naturaleza" y señala que esta visión del mundo es
propia de su personalidad, formada en la literatura quechua y que este
es un aporte que José María ha traído consigo a la literatura en
español y con ello la ha enriquecido. Agrega el escritor limeño que "en
la obra de Arguedas –como en las narraciones orientales, la literatura
oral primitiva y la mitología de occidente– la naturaleza es despojada
de su tedioso carácter ornamental y pasa a desempeñar el papel de un
personaje".7
En cuanto al tema, Ribeyro constata que en Los ríos profundos,
su autor ha recogido preocupaciones que había tematizado en ficciones
anteriores, principalmente aquellas que muestran al protagonista en
conflicto consigo o con fuerzas externas. Agrega que a estas
recurrencias ha agregado nuevos asuntos "dentro de su dinámica
narrativa"; y menciona dos: "el motín de las chicheras" –que le da a la novela su dimensión social– y el relato de la peste" que añade un dramatismo a los sucesos de la obra8.
El que, además, la novela esté escrita en primera persona, como sus
creaciones anteriores, indicaría que el autor seguiría recurriendo a su
experiencia personal como la principal cantera de inspiración.
Otro aspecto
que Ribeyro subraya es que en la novela de Arguedas, como corresponde a
las de una época en que se exigía que ella sea un testimonio de un
estado de cosas, (tal como lo establecía el filósofo francés Jean Paul
Sastre), no solo hay emoción estética, también existen "útiles
referencias sobre las costumbres de la comunidad andina y la sicología
de nuestra población indígena". Asimismo, la ficción permite observar
el papel "que desempeña el clero en la vida social y política de los
pequeños pueblos" y muchos otros aspectos vinculados con el sincretismo
religioso, las características de la poesía quechua, las condiciones
infrahumanas en que viven los colonos. Y aunque los sucesos parecen
desarrollarse en la década del 30 del siglo pasado, como dice Ribeyro, a
fines de la década del 50, y como podía afirmarse aun hoy en la
primera década del siglo XXI, la obra refleja lo que ha sido y es
todavía en parte la vida en la serranía de la zona sur andina del país.
Otros
aspectos de la novela que Ribeyro evalúa se refieren a la actitud
narrativa predominante y a la calidad del estilo. Con respecto al
primero de ellos, es interesante la observación de que al evocar los
acontecimientos no se percibe "una actitud polémica ni protestante"; y
ello obedece a que si bien puede advertirse una cierta indignación, más
gravitante es la nostalgia. Al predominio de esta última contribuye el
que se narre desde la perspectiva de un niño, con lo cual lo
ideológico pasa a un segundo plano y lo emotivo asume un valor de
primer orden.
En cuanto a la calidad de la prosa de Los ríos profundos,
el parecer de Ribeyro es que Arguedas, guiado por su objetivo de
revelar un mundo complejo y fracturado, sacrifica la belleza a la
expresividad. Sobre el manejo de las distintas técnicas indica que la
narración fluye sin mayores dificultades, pero agrega que cuando esta
se detiene para evocar o describir un escenario, la calidad de la prosa
mejora hasta alcanzar un vuelo poético. El diálogo, dice Ribeyro, es
certero cuando "acompaña a la acción o surge de ella". En cambio los
diálogos estáticos "revelan cierta tendencia a la estilización de las
réplicas". También observa que se nos transmite "el habla indígena
mediante la alteración de la sintaxis y no mediante las modificaciones
morfológicas".9
La observación final de Ribeyro acerca de Los ríos profundos toca
el asunto de la estructura de la novela, de gran importancia cuando se
evalúa una obra de este género. Dice Ribeyro que Arguedas no ha
trabajado mucho este componente pues los acontecimientos parecen haber
desbordado a la forma novelesca y no se percibe un esquema que ordene a
aquellos. Llega a afirmar que "la novela nos parece, por momentos, una
sucesión de estampas".
Igualmente la
materia argumental le parece difusa en tanto no queda claro cuál fue
la preocupación central de Arguedas. Ribeyro enumera hasta tres líneas
argumentales que compiten entre sí en la novela por atraer el interés
del lector, y agrega que algunos personajes que parecían llamados a
cumplir roles importantes en el desarrollo de la trama no vuelven a
aparecer después de una prometedora presencia en las páginas iniciales
del libro. El crítico de Los ríos profundos busca una
explicación a esta falta de unidad de la obra y la encuentra en el hecho
de que es una novela autobiográfica y por tanto "refleja casi
necesariamente la incoherencia de la vida".
Su reflexión
final es que el personaje de Ernesto lo ha convencido plenamente y
alberga la ilusión de que reaparezca en alguna novela futura del
escritor indigenista; y si bien esto no ocurrió, después de este libro,
Arguedas se dio tiempo para crear y dar algunas obras más como
tendremos ocasión de apreciar, gracias a que Ribeyro siguió de cerca el
desarrollo de la producción novelista de este autor a quien admiraba
mucho. Y ello permite señalar que desde su perspectiva de creador,
Ribeyro muestra una lucidez admirable con respecto al sentido que tuvo
la obra escrita de su colega, porque en muchos de sus artículos plantea
líneas de interpretación muy sugestivas, que la crítica recogió un poco
después. Por eso queremos completar esta imagen del novelista Arguedas
trazada por Ribeyro pasando revista a un último artículo dedicado a
examinar las ficciones del maestro nacido en la ciudad andina de
Andahuaylas.
Arguedas o la destrucción de la Arcadia10
Este artículo
de Ribeyro es importante por el lugar y fecha (París, 1970) en que fue
escrito, como por el hecho de que en él se hace un recuento de casi
toda la prosa de ficción publicada por Arguedas, desde 1935 hasta 1964,
casi 30 años. Como sabemos, José María se quitó la vida hacia fines de
1969, y su novela póstuma, El zorro de arriba y el zorro de abajo,
recién apareció en 1971. Pero es estimulante comprobar que Julio Ramón
seguía interesado en analizar el sentido de la narrativa arguediana y
puede decirse que es uno de los novelistas sobre los cuales publicó más
artículos, como hemos tenido oportunidad de recordar.
El texto
crítico de Ribeyro se propone como objetivo intentar una comprensión
global del autor analizado y para ello indica que "no hay mejor
introducción que su primer libro de cuentos, Agua, publicado en 1935".11
Y esta afirmación también posee su valor propio, pues aunque a Ribeyro
le ha interesado sobre todo el Arguedas novelista, no puede ignorar el
hecho de que este escritor se inició en las letras peruanas de la
primera mitad del siglo XX, con un notable libro de cuentos, todo un
hito en el proceso de la narrativa indigenista o neoindigenista12.
De modo que
no duda en dedicar una buena parte del artículo a evaluar los relatos
que formaron parte de la primera obra arguediana y de esa manera
esclarece el derrotero que siguió el escritor andino para dar el salto
del cuento a la novela. Como nuestro propósito es, sobre todo, apreciar
la visión de Ribeyro sobre el proyecto novelístico de José María,
dejaremos de lado la lectura analítica de cada uno de los textos, pero
sí transcribiremos una afirmación del crítico que nos parece muy lúcida
y que ha sido ampliamente confirmada por los más notables estudiosos
de la obra de Arguedas. Al referirse al volumen aparecido en 1935,
Ribeyro sostiene con claridad que "este libro es como la célula matriz
de la cual todo el resto de su obra surge por crecimiento vegetativo y
se edifica, según una imagen ya usada, como una pirámide invertida".13
En efecto,
este es, por ejemplo, el planteamiento de Antonio Cornejo Polar al
examinar el sentido de la producción arguediana como un proceso de
crecimiento del mundo representado desde Agua (1935) hasta Todas las sangres
(1964); es decir, desde la representación de la aldea indígena hasta
la visión del Perú integrado a un contexto internacional.14
Ribeyro
realiza una presentación exhaustiva e inteligente del mundo
representado que aparece en todos y cada uno de los cuentos y llega a
la conclusión de que la visión literaria construida por Arguedas es
insuperable. Pero también afirma que por suerte el autor no se quedó en
la pintura extraordinaria de la aldea, sino que amplió su objeto de
recreación verbal, y para ello eligió otro formato: el de la novela
corta que empleó en su obra Yawar Fiesta (1941). Y este dato
también es importante porque muestra que José María fue avanzando de
menos a más en el abanico de opciones que le ofrecía la narrativa para
plasmar sus creaciones verbales sobre el mundo andino que conoció, que
dicho de paso es un área cultural muy localizada: la del sur andino, en
la que se ha conservado hasta hoy un bilingüismo quechua–español muy
visible.
Ribeyro constata que en Yawar fiesta
hay un crecimiento del mundo representado porque se muestra a la
capital de la provincia, la ciudad de Puquio, que corresponde en el
mundo real, a una localidad que pertenece a la provincia de Lucanas, la
cual, a su vez, forma parte del departamento de Ayacucho, y este, del
Perú. La vocación realista del escritor se percibe en el uso de los
nombres de los lugares que son los mismos que se emplean en la vida real15.
También hay
un propósito verista al presentar a "los pobladores de la ciudad en
cuatro grupos bien diferenciados: los terratenientes, los comuneros,
los mestizos o chalos y las autoridades"16. Las relaciones entre los diferentes grupos ya no están regidas por el maniqueísmo que se aprecia en los relatos de Agua,
sino por una complejidad muy rica, la cual se puede observar cuando en
la novela, el narrador nos sitúa ante la peripecia principal de la
historia: "la organización de una corrida de toros, tradicional en el
pueblo, en la que los indios drogados por el alcohol deben matar con
dinamita al Misitu". Este hecho funciona como un catalizador pues
dentro de cada uno de los grupos se puede encontrar opiniones opuestas
acerca de la necesidad de realizar la famosa corrida. Y las diferencias
obedecen a factores sociales, ideológicos y culturales que el narrador
maneja muy bien y que introducen en la novela una mayor complejidad,
propia del conflicto social característico del mundo andino.
Antes de ingresar a glosar las ideas de Ribeyro acerca de la siguiente obra de Arguedas (Los ríos profundos),
hay que advertir que este libro ya había sido objeto de un examen en
un breve artículo dedicado a ese fin y cuyos alcances hemos expuesto en
las páginas anteriores de este texto. Empero, al intentar el balance
global del sentido de la narrativa arguediana en el ensayo que estamos
comentando, vuelve a ocuparse de la segunda novela de Arguedas y al
hacerlo en 1970 enriquece la visión que nos había ofrecido en 1959. A
continuación veamos lo que agrega sobre esta novela.
En Los ríos profundos (1958),
el proceso de crecimiento continúa visiblemente porque ya no es una
capital de provincia sino una capital de departamento el espacio en el
que se desarrollan los hechos que integran la historia, con el detalle
de que el inicio de la acción tiene como escenario la ciudad de Cuzco.
Los personajes principales se trasladan desde este lugar mágico hasta
Abancay, la otra ciudad andina donde el protagonista, Ernesto vivirá
los conflictos que identifican a esta novela, para muchos, la mejor de
las que publicó el gran escritor sureño.
Otra
observación interesante y que invita a una relectura de la citada obra
es la identificación de cuatro grandes temas "que se presentan sucesiva
o entrelazadamente: el tema del viaje, el del internado, el de la revuelta y el de la peste".
Al hablar del primero de ellos, Ribeyro destaca sus ilustres
antecedentes, que se remontan hasta la Odisea de Homero; indica luego
que en la novela ocupa los tres primeros capítulos y que era la primera
vez que Arguedas lo utiliza pese a haber viajado bastante y recuerda
que dicho tema permite que la llegada al Cuzco dé pie para una
descripción lírica y mágica "de la ciudad imperial, a través de la
mirada de un niño". Asimismo se presenta a la ciudad de Abancay,
escenario principal de la novela.
La instalación del protagonista Ernesto en la ciudad capital y su ingreso a un colegio religioso trae consigo el tema del internado. Nos recuerda el articulista que cinco años antes que Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros
(1963), Arguedas muestra sin el despliegue técnico de aquél, pero sí
con una fuerza y dramatismo notables lo que ocurre en ese pequeño
universo de adolescentes encerrados en un ambiente opresivo y que
despierta el potencial instintivo de jóvenes privados de libertad y
ávidos de experimentar nuevas experiencias. Otra semejanza entre las
citadas novelas es que la autoridad, en el caso del libro de Vargas
Llosa, es ejercida por militares, mientras que en la de Arguedas, por
religiosos, y en ambos casos hay una disciplina opresiva que se impone
en base al fanatismo y la represión. Al interior del mundo de los
estudiantes se establecen jerarquías basadas en el predominio de la
fuerza física y esta observación nos hace recordar la posibilidad de
comparar los personajes líderes en cada una de las novelas. Incluso,
Ribeyro, con mucha agudeza, sugiere una semejanza entre "la perra
vargasllosiana, fetiche sexual" de La ciudad y los perros y la "opa o demente" de Los ríos profundos, que sirve para que los alumnos mayores aplaquen sus apetitos sexuales en la oscuridad de la noche.
Antes de
apreciar el análisis de dos temas de gran importancia ya citados,
queremos hacer una observación acerca de la confusión, no sabemos si
voluntaria o involuntaria, entre el ser humano real que fue Arguedas y
el protagonista de su obra, cuyo nombre es Ernesto, y que sin duda es
un alter ego del adolescente andahuaylino. Ribeyro habla del personaje
como si se tratara del Arguedas real. Y ya se sabe que nunca un ser
literario, por más que tenga su modelo en el mundo real, es igual a este
último, pues no hay forma de saber si todo lo que vive el ser de la
ficción también lo vivió el de la realidad. Son, pues, dos niveles de
realidad distintos. Hecha esta atingencia volvamos a los dos tópicos
pendientes.
El tema de la revuelta
amplia el universo representado de la novela porque el ámbito de la
acción se desplaza del colegio a la ciudad, y los protagonistas ya no
son los escolares, sino un grupo de mujeres que venden chicha y que son
capitaneadas por doña Felipa, la chichera mayor. Lo singular es que
esta revuelta es narrada por Ernesto, el protagonista, quien no solo
observa sino que se identifica con la protesta y lucha de las
chicheras. Y cuando la represión irrumpe y busca liquidar la violencia
popular, ahí está el narrador para mostrar el enfrentamiento entre una y
otra fuerza y dar cuenta del fracaso de la rebelión y de la huida y
desaparición de Felipa, la chichera mayor. Al destacar la importancia
de este tema, Ribeyro opta por un criterio de lectura y de evaluación
muy pertinente en el caso de las obras narrativas, porque como señala
el escritor peruano Alonso Cueto "dramatizar las diferencias en una
sociedad llena de diferencias es algo que la narrativa peruana ha hecho
muchísimo".17
El otro tema en el que también alienta el conflicto es el de la peste,
que enfrenta a los colonos contra los pobladores de la ciudad de
Abancay que se resisten a ser invadidos por los primeros, que huyen
"del tifus que asola la zona cálida". La novela muestra que los
invasores llegan hasta la ciudad "pero no en son de protesta sino para
escuchar el sermón y recibir la bendición del padre Linares, de quien
esperan los libere del mal". Para enfatizar el simbolismo de esta
secuencia de la invasión de los colonos, Ribeyro recuerda las palabras
del propio Arguedas, quien señalaba el carácter premonitorio de esta
acción colectiva: "el día en que los campesinos abracen, en tanto que
fuerza social y política, una mística, ese día su empuje será
incontenible".18
Luego de estas apreciaciones que permiten resaltar el valor no solo literario sino social de Los ríos profundos,
Ribeyro nos ofrece su lectura sobre otras dos novelas que el gran
escritor de Andahuaylas dio a conocer en vida. En realidad, de una de
ellas, El sexto (1961), hace un breve comentario porque la
considera una obra menor y aun fallida; sostiene que Arguedas parece
haberla escrito sin mucha convicción y para desembarazarse de una
experiencia que lo obsesionaba. Además trunca el proceso de crecimiento
en que estaba embarcado el autor pues abandona el mundo andino y
centra la acción en la región de la Costa, y dentro de esta en la
ciudad de Lima, y agrega que "desperdició en este libro la ocasión de
escribir nuestra gran novela carcelaria".19
Y para terminar el balance sobre la narrativa de Arguedas, dedica las demás líneas a analizar Todas las sangres
(1964) a la que considera la ópera magna del autor pues "condensa toda
su experiencia del mundo feudal y todo su saber de novelista". En
efecto, esta es la obra en que el mundo representado crece hasta abarcar
Lima y gran parte del mundo andino y los personajes "pertenecen a
todas las categorías sociales y étnicas del Perú, un libro en suma
donde convergen "todas las sangres".20
De todos los
grupos y tipos humanos que enriquecen esta obra narrativa, a Ribeyro le
llama la atención una categoría social: la de los caballeros
empobrecidos, "que había sido mencionada una sola vez y en forma
episódica en Los ríos profundos". Pertenecen a este sector
aquellos que son descendientes de viejas familias acomodadas y que como
consecuencia de los grandes cambios socio-económicos se han
empobrecido. Es el caso, por ejemplo, de los hijos de mineros cuyas
minas se agotaron y este hecho trajo consigo la ruina socio–económica
de estos seres que viven casi en la indigencia. Pese a ello, aún gozan
de ciertas consideraciones y participan en la vida de su localidad,
pero carecen de todo poder de decisión y la vida se les consume en
añorar su pasada grandeza y en odiar a los nuevos ricos.
Entre estos
últimos se encuentran, por ejemplo, los "cholos enriquecidos", que son
la contraparte del anterior pues son personas del campo "que con su
trabajo, su astucia o su deshonestidad" han hecho grandes fortunas y
por ello son más importantes que los caballeros empobrecidos y que los
"propios gamonales blancos de la región".21 La galería de
grupos representados se ve enriquecida con la presencia de los
"campesinos proletarizados" que se vuelven tales porque carecen de
tierras para trabajarlas y se ven obligados a hacer de peones en las
minas. Dentro de este tipo, el narrador incluye como una variante al
"indio cholificado o ex indio: "aquel que estuvo en el ejército
cumpliendo su servicio militar, que vivió luego en Lima y que retorna a
su provincia con una mentalidad activista y combativa, convirtiéndose
en un peligro para el orden imperante".22
En Todas las sangres,
que ya no es solo una novela indigenista sino una obra que muestra la
realidad social y cultural de gran parte del Perú, aparecen "diversos
tipos de la oligarquía y alta burguesía capitalina (banqueros,
ministros, empresarios)"; pero dice Ribeyro que estos personajes no
están bien plasmados en tanto tales y que parecen "verdaderas
marionetas".
Al margen de
esta objeción a la capacidad de Arguedas de recrear con verosimilitud
seres que no sean andinos ni feudales, señala nuestro escritor limeño
que lo más importante de esta novela es que muestra un mundo en
descomposición, en un proceso de cambio irreversible. Puntualiza,
además, que este "canto fúnebre del mundo feudal carcomido por sus
contradicciones internas" está encarnado por las figuras de "los
hermanos Fermín y Bruno Aragón de Peralta, que representan dos
concepciones antagónicas de las relaciones del terrateniente con el agro
y del propietario con los medios de producción".23
En síntesis,
don Fermín es el hermano con una mentalidad más moderna, que acepta el
capitalismo y está dispuesto a mejorar en algo el nivel de vida de sus
indios para explotarlos mejor. En cambio, Bruno es el terrateniente
tradicional, que se resiste al cambio y quiere que sus indios no se
contaminen ni con el capitalismo ni las costumbres nuevas que este
trae; en ese sentido se dice que su concepción de la vida es de
"inspiración tolstoiana". Las contradicciones entre estos dos
personajes se vuelven más complejas porque en la novela aparece
Demetrio Rendón Wilka, un "indio cholificado", personaje emblemático de
Arguedas porque representa al hombre que va a liberar a sus hermanos
de sangre y de clase. Él trata de encontrar una síntesis entre lo mejor
que cada uno de los hermanos Aragón de Peralta aporta: mejorar las
condiciones de vida de los indios y preservar lo más auténtico de sus
tradiciones.
Ribeyro
observa con mucha perspicacia que Demetrio muere trágicamente sin haber
podido alcanzar sus objetivos y esto mismo ocurre con el propio
Arguedas, con la única diferencia de que Rendón Wilka sucumbe por bala
de mano ajena y José María de la suya propia. Esta coincidencia no es
gratuita para Julio Ramón porque expresa en el nivel de la ficción y en
el de la vida real la imposibilidad del proyecto vital y artístico del
autor de Todas las sangres: conciliar lo inconciliable. En
otras palabras, cómo se puede modernizar y hacer progresar a un sector
social que tiene patrones de vida arcaicos pero coherentes y que entran
en contradicción con el ritmo y sentido del progreso. Quizá el
avizorar que finalmente la modernidad iba a destruir "la aldea arcaica
del ande" sea una de las causas que llevó a José María al suicidio.24
En suma, el
artículo analizado muestra el gran conocimiento y aprecio que Ribeyro
tenía de la obra narrativa de Arguedas. En su doble condición de
creador de ficciones y de agudo lector de los libros de sus colegas
escritores y connacionales, Julio Ramón supo visualizar el proyecto
novelístico que Arguedas fue realizando a lo largo de su vida y se dio
cuenta de que dicho proyecto poseía un carácter esencialmente realista y
dinámico porque representaba una realidad en permanente cambio. Es de
lamentar que en este artículo, por razones ajenas a su voluntad, Ribeyro
no haya tenido oportunidad de comentar la última y póstuma novela de
Arguedas, que apareció recién en 1971, mientras que el artículo está
fechado en 1970.
Por otro
lado, este texto crítico invita a realizar una evaluación de la
producción novelística de Ribeyro formada, como sabemos, por tres
novelas: Crónica de San Gabriel (1960), Los geniecillos dominicales (1965) y Cambio de guardia (1975).
El examen de estos tres textos, siguiendo los criterios de análisis
expuestos, permitiría preguntarse si en el caso del escritor de la
generación del 50 hay también un proyecto novelístico tan vital y
dramático como el de Arguedas, o solo estamos ante tres libros
independientes entre sí. También cabe destacar que al examinar las
obras del escritor indigenista, Ribeyro se concentra sobre todo en lo
temático y deja de lado la trama o la estructura narrativa. Ello puede
obedecer a que los libros de Arguedas poseen estructuras tradicionales
al servicio de temas referenciales vinculados a la realidad histórica,
social y cultural del Perú, y esto resulta más relevante para un lector
que está más interesado en las historias que en las técnicas.
Referencias bibliográficas
CORNEJO POLAR, Antonio (1974): Los universos narrativos de José María Arguedas. Buenos Aires: Losada.
ESCAJADILLO, Tomás (1974): La narrativa indigenista. Lima: Amaru.
FRANCISCO TUMI (2008): Entrevista a Alonso Cueto. El Comercio. Lima, 20 de julio.
GONZÁLEZ
MONTES, Antonio (2005): Algunas técnicas narrativas en la cuentística
de Julio Ramón Ribeyro (La palabra del mudo. Tomo I). Lima: Universidad de Lima, (proyecto de investigación).
GUTIÉRREZ, Miguel (1988): La generación del 50: un mundo dividido. Lima: Ediciones Sétimo Ensayo, 1ª. Edición.
HIGGINS,
James (2006): Historia de la literatura peruana. Lima: Editorial
Universitaria de la Universidad Ricardo Palma, 1ª. Edición.
RIBEYRO, Julio Ramón (1976): La caza sutil. Lima: Editorial Milla Batres.
- 1 Estas páginas son parte de un trabajo de investigación sobre uno de los libros de Julio Ramón Ribeyro: Solo para fumadores (1987).
- 2 Gutiérrez Miguel. La generación del 50: un mundo dividido. Lima, Ediciones Sétimo Ensayo, 1988, 1ª. Edición.
- 3 Ribeyro, Julio Ramón. La caza sutil. Lima, Editorial Milla Batres, 1976, 1ª. Edición
- 4 Ribeyro, Julio Ramón (1976: 67). Este artículo se publicó en el Suplemento Dominical de El Comercio. Lima, 26 de abril de 1959, p. 2. Cf. Vidal, Luis Fernando (1976: 161).
- 5 Ibidem, p. 67.
- 6 Cf. Antonio González Montes. Algunas técnicas narrativas en la cuentística de Julio Ramón Ribeyro. Proyecto de Investigación. Lima, Universidad de Lima, 2005, inédito.
- 7 Ribeyro, Julio Ramón, op. Cit. P. 68.
- 8 Los subrayados en negrita son nuestros.
- 9 En otro trabajo que también está incluido en La caza sutil, Ribeyro señala que "Arguedas ejemplifica la alternativa español–quechua". Es decir que cuando decidió escribir tuvo que elegir el español porque hacerlo en quechua hubiera limitado la difusión de sus obras; pero el idioma literario que inventó para narrar es una mezcla de ambas lenguas. Cf. "Las alternativas del novelista".
- 10 Julio Ramón Ribeyro (1976: 85)
- 11 Ibidem, p. 85
- 12 Cf. Tomás G. Escajadillo. La narrativa indigenista, Lima, Amaru, 1994.
- 13 Ribeyro, Julio Ramón (1976: 85)
- 14 Cf. Antonio Cornejo Polar. Los universos narrativos de José María Arguedas. Buenos Aires, Losada, 1973.
-
15 Véase una reciente lectura de la novela Yawar Fiesta. Cf. Higgins, James (2006: 219). - 16 Ribeyro; Julio Ramón (1976: 88).
- 17 Entrevista a Alonso Cueto, por Francisco Tumi, en El Comercio. Lima, domingo 20 de julio del 2008, a 2.
- 18 Ribeyro, Julio Ramón (1976: 90).
- 19 Un crítico señala que El Sexto (1961) representa una novedad en la obra de Arguedas, en cuanto su marco es la Costa, concretamente Lima. Cf. Higgins, James (2006: 289).
-
20 Julio Ramón Ribeyro (1976: 91).
- 21 En la novela El tungsteno (1930) de César Vallejo, encontramos ya unos personajes que pertenecen a esta categoría de los "cholos enriquecidos". Son los famosos hermanos Marino y el narrador muestra de un modo irónico el momento en que estos personajes ascienden socialmente y se vuelven feroces explotadores de los que están por debajo de ellos.
- 22 Ribeyro, Julio Ramón (1976: 92).
- 23 Ibidem, p. 92.
- 24 Mario Vargas Llosa ha examinado este problema central en la narrativa de Arguedas en su libro La utopía arcaica, y llega a la conclusión de que tarde o temprano el mundo tradicional del ande será transformado por el torrente transformador del sistema capitalista.
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