La historia, el drama y la farsa

La historia, el drama y la farsa
Por Santiago Soberón

Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa son dos autores cuyas obras dramatúrgicas se han visto opacadas por sus respectivas obras narrativas. No se trata de dos autores que ocasionalmente han incursionado en el género dramático -si es que todavía es pertinente hablar de géneros-, ambos han logrado crear un corpus de piezas teatrales que denotan conocimiento y vocación por la escritura dramática.

En el caso de Julio Ramón Ribeyro es posible decir que confrontó distintas modalidades y estilos de escritura; transitó del drama con evocaciones históricas como Santiago el pajarero, hacia la farsa, como se observa en Los caracoles o Confusión en la prefectura (infaltable en los textos escolares de literatura), pasando por el drama realista, como Fin de semana (inspirado en su propio cuento La piel del indio no cuesta caro,) para desembocar en un drama histórico como Atusparia.

Desde mediados de los años 40 y hacia finales de los 60 había un movimiento teatral emergente en cuya corriente se insertó Julio Ramón Ribeyro. Muestra de ello es que uno de los grupos más importantes en la historia teatral peruana, Histrión, llevara a escena Santiago el pajarero en 1958, puesta dirigida por el director y también autor Hernando Cortés y musicalizada por el maestro Enrique Iturriaga.

Incluso, sorprende esta primera pieza porque no revela a un autor bisoño o balbuciente, sino a un escritor consciente de los recursos con que cuenta. Su estructura episódica, la confrontación entre el conservadurismo y la búsqueda de lo nuevo, la crítica social, la impecable trama y la recreación de la sociedad limeña del siglo XVIII son quizá algunas de las principales virtudes de la obra.

Santiago Cárdenas, personaje histórico rescatado por Palma en Santiago el volador, resulta un hombre con una perspectiva más allá de su tiempo, cuyo criterio de verdad está basado en la experimentación y no en el academicismo, precisamente la confrontación de esas dos visiones del conocimiento es el meollo del conflicto dramático que ha hecho pensar en algunos atisbos brechtianos en esta obra, sobre todo si se considera a Galileo Galilei.

Pero una pieza como El sótano (1959) evidencia la disposición del autor a explorar otras posibilidades, como crear dos espacios aparentemente paralelos (la sala de la casa y el sótano) para hacer del enclaustramiento propio y colectivo la metáfora del temor a los cambios sociales. El espacio escénico cobra un valor sígnico tan gravitante, como la obsesión del personaje protagónico Dalmonte de querer ocultar a su hija, Rosita; ya Vallejo, a su manera, planteaba años atrás un escenario con tres planos de representación en Lock out.

Si pensáramos en la relación o conexión que puede existir entre la narrativa y la obra dramática de Ribeyro, dos obras vienen a colación: Fin de semana y la farsa El último cliente. La primera toma la trama del cuento ya aludido y transfiere al teatro el dilema del personaje protagónico Hugo, entre sus principios o valores y sus posibilidades de éxito. Esta lucha con su propia conciencia lo convierte en un personaje falto de integridad y con una terrible sensación de carencia. El último cliente es una farsa sumamente cruel, en la cual un delincuente genera falsas expectativas a una solterona para robar todo lo que halla en la tienda donde ella trabaja y huir. La frustración y desilusión del personaje son familiares a muchos de los cuentos del autor. El énfasis en la mímica, en los códigos no verbales, que brota de las acotaciones sugieren que Ribeyro veía en la farsa una puerta abierta a nuevas posibilidades expresivas en la escritura teatral.

Atusparia (1981), la última obra del autor, trata del célebre personaje cuya gesta reveló una visión distinta de la historia oficial respecto de la guerra con Chile. Las notas preliminares reivindican la expresión verbal del texto teatral (son los años en que predominaba una corriente de cuestionamiento del texto a favor de los otros elementos del espectáculo). Este drama histórico pretende mostrar las actitudes y comportamientos significativos puestos en juego en una situación límite, sobre todo en el eje de oposición entre el maximalismo violentista de Uchcu Pedro y la actitud mesurada y más reflexiva de Atusparia.

Variado y abierto a múltiples opciones, el teatro de Julio Ramón Ribeyro es un corpus artístico que exige una mirada más atenta y una valoración más justa.



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